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Nadie puede en poner en duda que la bula Vox in excelso (1312) daba la puntilla final a la Orden del Temple, una poderosa Orden medieval que parecía ante el poder de monarca Felipe el Hermoso y la debilidad del papado y que desaparecía sin continuidad histórica. Por eso tienen razón quienes afirman que la Orden del Temple no existe en nuestros días y que ninguna organización puede esgrimir ser su sucesora, salvo las que utilizan estos falsos argumentos para atraerse a nuevos adeptos, pero se equivocan los que afirman que no hay organizaciones de claro trasfondo templario bajo supervisión de la Iglesia; en España hay varias reconocidas canónicamente como asociación privada de fieles de derecho diocesano que, a diferencia de las otras, no reclaman ser herederas de la Orden del Temple, pero cuyas constituciones, reglas y estatutos recogen los valores del Temple.

Uno de los aspectos más importantes de la Orden del Temple, y causa de su nacimiento, sin lugar a dudas  fue el  de la guerra. En el año 1120, según nos dicen  las crónicas,  Hugo de Payens junto con otros ocho compañeros,  emitieron los tres votos de castidad, pobreza y obediencia  frente al patriarca de Jerusalén, Gormondo de Piquigny, añadiendo  un cuarto voto, el de la  protección de los  peregrinos y defensa de los Santos Lugares.

Se trata de la primera tumba que se encuentra con los restos de un Gran Maestre de la Orden del Temple y que con toda seguridad generará desde ya una constante peregrinación de los cientos de miles de seguidores que en la actualidad tiene esta honorable orden de monjes-guerreros.

Un 18 de marzo de 1314, el último Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay, moría en la hoguera por orden del rey de Francia Felipe IV el Hermoso, a los 70 años de edad y con un cuerpo magullado por la tortura y vejaciones después de 7 años de prisión.

Se culminaba así una de las mayores ignominias de la  historia de Europa, la destrucción del Temple por un rey avaricioso y la suspensión por el Papa Clemente V, que no fue capaz de enfrentarse al poder político del momento,  de una Orden que todo lo dio por la cristiandad.

Después de 704 años el Temple sigue sin ser rehabilitado oficialmente, más por la proliferación de extravagantes asociaciones que se autodenominan herederas de esta Orden que por oposición Vaticana, aunque hay pequeños hechos que animan al optimismo.

Fueron 9 caballeros franceses que habían seguido a Godofredo de Bouillón a la conquista de Tierra Santa, los primeros soldados del Temple. Se atribuye tradicionalmente la fundación de la Orden a dos de ellos, Hugo de Payns principalmente y a Godofredo de Saint-Omer. Hacia 1.118 se unen en Jerusalén para consagrarse al servicio de Dios, a modo de canónigos regulares, siguiendo la regla de San Agustín y haciendo ante el Patriarca Garmond los tres votos ordinarios (obediencia, pobreza y castidad), añadiendo posteriormente un cuarto voto: defender y preservar los Santos Lugares, así como proteger a los peregrinos.